Método

Mi forma de acompañar parte de una mirada integradora y flexible, adaptada a cada niño o niña como una persona única, con su propia forma de sentir, expresarse y relacionarse con el mundo. Trabajo desde un enfoque humanista que combina herramientas de la psicología clínica, la terapia Gestalt, el trabajo corporal y las técnicas creativas, integrando elementos como el juego, el arte, la música o la caja de arena como canales naturales de expresión emocional.

Especialmente en la infancia, donde lo no verbal tiene tanto peso, el espacio terapéutico debe permitir que el niño o la niña se sienta comprendido sin necesidad de forzar el lenguaje o las explicaciones adultas. Por eso, cuido especialmente el vínculo, que para mí es el verdadero motor del proceso terapéutico: solo cuando el niño se siente seguro, puede explorar lo que le pasa y comenzar a transformar lo que necesita.

Trabajo con una sensibilidad especial hacia estructuras neurodivergentes, como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), así como con situaciones de trauma temprano, adopciones, dificultades en el desarrollo emocional o relacional, o procesos familiares complejos. En todos los casos, pongo el foco en lo que sí funciona, en las capacidades que están presentes, y en cómo fortalecerlas a través de una intervención respetuosa y creativa.

Además, considero esencial el trabajo en equipo: siempre que sea necesario, colaboro con profesionales del entorno del niño —docentes, orientadores, neuropediatras, salud mental pública— para crear una red de apoyo coherente y compartida. La intervención se enriquece cuando todos hablamos el mismo idioma: el del cuidado, la escucha y la construcción conjunta de bienestar.